Ruinas de Éfeso
Mientras Aníbal estaba en Éfeso, sirviendo al rey Antíoco, ocurrió
un hecho singular, uno de esos momentos de la historia en los que me hubiera
gustado estar presente, lo mencionan los historiadores Plutarco y Apiano, os lo
voy a contar: en el año 193 a.C. el Senado de Roma envía a Publio Cornelio
Escipión “El Africano” en una misión diplomática ante Antíoco III Megas, cuando
llega a Éfeso el rey Antíoco no está, la embajada romana tiene que esperar
varios días, un día El Africano decide pasar por los baños públicos a realizar
sus abluciones, ya a la puerta de los baños se entera de que Aníbal está
dentro, manda que le comuniquen a Aníbal su presencia y si autoriza su entrada,
de inmediato sale un sirviente y le comunica que su señor le espera para
compartir con él los baños. La escena debió de ser maravillosa, los dos grandes
generales, enemigos mortales pero sintiendo entre ambos mutua admiración y
respeto, compartiendo la piscina de los baños de Éfeso, y, según las crónicas,
con numerosos espectadores que guardaban un silencio sepulcral. En un momento
determinado, hablando entre ellos sobre las cualidades y competencias que
debían de poseer los generales, Cornelio Escipión le preguntó a Aníbal: “Cual
es, según él, el mejor general de la historia”, a lo que Aníbal contestó: “Alejandro
Magno”, Escipión estuvo de acuerdo, él
también ponía a Alejandro el primero, de seguido le volvió a preguntar a
Aníbal: “A quién colocarías a continuación”
y éste le contestó: “A Pirro, porque considero que la
primera virtud de un general debe ser la audacia” y añadió “me sería imposible encontrar a dos
reyes mas atrevidos que ellos”. Escipión se
sintió algo molesto con esta respuesta, era tanto como decirle la falta de
audacia, y hasta la cobardía, que había visto en los generales romanos a los
que se había enfrentado, que disponiendo de ejércitos regulares superiores al
suyo, habían carecido de la audacia para hacerlo, lo cual picó un poco al Africano
que volvió a preguntarle: “Y a quien colocarías en tercera
posición”, ahora Escipión esperaba que le
concediera ese puesto a él, que había sido capaz de derrotarle en Zama, pero
Aníbal le respondió: “Yo mismo, en mi juventud he conquistado
Hispania, he atravesado los Alpes con un ejército, hechos que han sucedido por
primera vez desde Heracles, he atravesado Italia y habéis temblado de terror,
obligándoos a abandonar cuatrocientas de vuestras ciudades, a menudo he
amenazado vuestra ciudad con extremo peligro, y todo ello sin recibir dinero ni
refuerzos de Cartago”. Ante tal exhibición de
sus hazañas, Escipión, riéndose, le preguntó: “Aníbal, ¿En qué posición te
colocarías si no hubieras sido derrotado por mí?”, el cartaginés le contestó: “En ese
caso me habría colocado por delante de Alejandro”. Sencillamente genial, su autoestima era inmensa y fundada en
muchas victorias. A continuación pidió a Publio Cornelio que fuera su invitado
hasta que llegara Antíoco. En las negociaciones que mantuvo Cornelio Escipión
con Antíoco III Megas, no se llegó a ningún acuerdo. Después de la derrota de
Antíoco contra los romanos en la Batalla de Magnesia (190 a.C), Aníbal temiendo
ser entregado a los romanos en el acuerdo (paz de Sardes) que estaban
negociando con Antíoco, decidió huir del territorio seléucida. Durante tres
años los historiadores no se ponen de acuerdo en dónde estuvo, al parecer fue a
Creta y luego al reino de Armenia.
Rey Prusias I de Bitinia
En el año 186 a.C.
se puso al servicio del rey Prusias I de Bitinia, que estaba en guerra con el
rey Eumenes II de Pérgamo, aliado de Roma. El rey lo nombró comandante de la
flota de Bitinia, aquí mostró una vez mas su genialidad y esta vez en el mar,
en una batalla naval contra la flota de Pérgamo. Sus barcos iban cargados con
ánforas de arcilla perfectamente taponadas, cuando se acercaron a los barcos
enemigos, Aníbal ordenó lanzar las ánforas sobre las cubiertas del enemigo, al
romperse, ¡¡horror!!, se esparcieron decenas de alacranes y serpientes venenosas que sembraron el pánico y el
desorden en las tripulaciones enemigas, mientras sus arqueros diezmaban a los
contrarios y sus tripulaciones aproaban a los barcos enemigos hundiéndolos. La
victoria fue total. Fue el primero en descubrir la “guerra biológica”. Antes de
embarcar a sus soldados y siguiendo sus ordenes, se pasaron muchos días por el
campo recogiendo alacranes y serpientes que los puso en jaulas y “a dieta” para
que llegado el momento las alimañas
estuvieran mas agresivas, antes de embarcar las metieron en las ánforas.
Con lo cual logró dos objetivos: tener a la tropa ocupada, en vez de estar
ociosos, peleándose y bebiendo por las tabernas, al tiempo que disponía de una
nueva arma para vencer al enemigo. Fue su última hazaña que pasó a la historia.
En el invierno del
año 183 a.C, Aníbal se había convertido en un huésped incómodo para el rey
Prusias I, que estaba negociando con Roma un acuerdo, tenía claro que el rey lo
iba a traicionar, no estaba dispuesto a permitir que lo entregara al embajador
romano, al mismo tiempo estaba ya cansado, ya tenía 64 años, y no se sentía con
fuerzas, ni ilusión, para seguir buscando adonde ir para luchar contra Roma,
tampoco quería seguir huyendo de los romanos. Residía a orillas del mar de
Mármara, en su costa oriental, aunque el invierno ya estaba avanzado, hacía una
tarde apacible y decidió subir a la azotea a contemplar la puesta de sol sobre
el mar, lo hacía muchas tardes. Antes mandó a todos sus sirvientes que se
fueran y lo dejaran sólo. Cuando la guardia del rey llegó para apresarle lo
encontraron tumbado en la terraza de la casa, de cara al mar de Mármara, estaba
ya anocheciendo y Aníbal estaba muerto. Siempre había llevado un anillo en la
mano que contenía veneno, y esa tarde vio llegado el momento de abrirlo y
utilizarlo, desde siempre tuvo decidido el no caer vivo en manos de sus
enemigos.
Con su muerte desaparecía, sin duda, el mayor
enemigo al que se enfrentó la República de Roma, por él los romanos conocieron
el significado del miedo. Tuvo en su mano cambiar el curso de la historia y no
lo hizo, nadie sabe el porqué, él murió sin dar mayores explicaciones. Al
final, para bien o para mal, tenemos que agradecerle que somos quienes somos
gracias a que no lo hizo. La historia y la cultura de todo el mundo occidental
actual hubiera sido otra.
El destino,
caprichoso, quiso que el mismo año, su mayor enemigo y el único que fuera capaz
de derrotarle, Publio Cornelio Escipión “El Africano”, muriese en Roma con 53
años de edad.
Mar de Mármara
FIN
Leí todas las partes y la verdad que quedé asombrado. Muy buen resumen de la historia de Aníbal. Leí la trilogía de Santiago Posteguillo sobre Publio Cornelio Escipión y por momentos estaba dentro del libro. Felicitaciones.
ResponderEliminarInteresante relato. Muchas gracias
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