Cuando escribo estas líneas faltan cuarenta días para
que llegue el 16 de Julio del 2012, fecha que debería ser memorable para todos
los nacidos en la Península Ibérica, y digo “todos”, incluidos los portugueses, andaluces, valencianos,
asturianos, etc etc, los gallegos, vascos y los catalanes también, ya que ese
día se cumple el 800 aniversario de la Batalla de las Navas de Tolosa. El 16 de
Julio del año 1212, en un lugar denominado “la mesa del rey”, y donde hoy día
se encuentra el pueblo de Santa Elena, en Jaén, se enfrentaron en batalla
campal los ejércitos musulmán y cristiano, la victoria fue total por parte del ejército
cristiano y supuso una hecatombe para el Imperio Almohade, con esta derrota se
inició el declive del dominio musulmán en España. Nuestras hijas, hoy día, no
llevan velo para salir a la calle gracias a esa batalla, nuestra cultura y
hasta nosotros mismos no estaríamos ahora aquí, estarían otros. Fue una batalla
crucial y determinante para España y el sur de Europa.
En 1195
las tropas castellanas del rey Alfonso VIII, en la batalla de Alarcos,
sufrieron una gravísima derrota contra el Imperio Almohade, el mismo rey estuvo
a punto de morir en la batalla, esta derrota hizo que los almohades volvieran a
extender su dominio hasta los Montes de Toledo y el Valle del Tajo, amenazando
a la propia Toledo.
Los almohades estaban crecidos y en 1211 el
califa Muhammad Al-Nasir, al que los cristianos llamábamos “El Miramamolín”,
estaba preparando un gran ejército para reconquistar los reinos cristianos y
recuperar el dominio de la Península Ibérica, los reinos cristianos estaban
envueltos en guerras civiles entre ellos. Enterado Alfonso VIII, rey de
Castilla, de lo que estaban preparando los almohades, mandó misivas al Papa
Inocencio III convenciéndole para que proclamara Santa Cruzada para detener el
impulso almohade en la Península Ibérica, el Papa accedió e instó a todos los
reyes cristianos a que dejaran sus rencillas bajo pena de excomunión si no lo
hacían, mandó misivas a todos los arzobispos de Europa para que se predicara la
Santa Cruzada y se animase a los creyentes para que se alistasen. El Arzobispo
de Toledo, D. Rodrigo Jiménez de Rada, fue a Francia a predicar la Cruzada. Se
alistaron miles de caballeros de Italia, Francia y Alemania, al frente de ellos
acudieron los obispos de Narbona, Nantes y Burdeos, en total sumaban 25.000 los
cruzados europeos.
Alfonso
VIII convocó a todos en Toledo. La alianza de los reinos españoles que
acudieron a la cruzada sumaban unos 70.000 soldados. Las tropas castellanas, al
frente de las cuales iba el rey Alfonso VIII, alma y coordinador de la
batalla, las mandaba, como abanderado de Castilla el vasco D. Diego López II de
Haro, quinto señor de Vizcaya, al mando de una tropa de 50.000 hombres formada
por 20 milicias de Concejos Castellanos (Medina del Campo, Madrid, Soria,
Palencia, Almazán, Medinaceli, Béjar, etc), los caballeros de las Ordenes Militares de
Santiago, Calatrava, San Lázaro, San Juan de Malta así como de los Caballeros
Templarios. El resto de reinos peninsulares aportaron unos 20.000 caballeros y
soldados, el Rey de Portugal Alfonso II no acudió a la batalla en persona pero mandó tropas portuguesas, el Rey de León
Alfonso IX tampoco fue, andaba en pleitos con Castilla, pero mandó tropas y caballeros leoneses,
gallegos y asturianos (el Vizconde Bernaldo de Quirós, el Señor de Salas
Fernando Lamuño, Don Francisco de la Buelga de la Orden de Santiago entre
otros). Sí acudió el Rey de Navarra Sancho VII “El Fuerte” al frente de la
élite de su caballería, unos 200 caballeros que eran temibles (pregúntenle a
los castellanos de la época) y unos dos mil infantes. También acudió a la
batalla, en persona, el Rey de Aragón Pedro II al frente de sus mejores
caballeros aragoneses, catalanes y provenzales, mas de 3.000 caballeros, además
de otros 3.000 de infantería. Se
juntaron los cinco reinos para triunfar o morir ante el Imperio Almohade, era
la batalla decisiva, el resultado de la misma inclinaría definitivamente la
balanza de un bando o del otro, fue el inicio de la España actual, los cinco
reyes de la Península Ibérica luchando por una causa común, codo con codo tres
de los cinco reyes.
En Mayo
de 1212 se encontraron todas las tropas cristianas en Toledo, lugar y fecha
elegidos por Alfonso VIII para el inicio de la Santa Cruzada, una tropa de
95.000 hombres de armas en total. Para evitar problemas Alfonso VIII había
ordenado que los cruzados extranjeros se acuartelaran fuera del casco de
Toledo, pero no fue posible, los cruzados tramontanos, acostumbrados a las
cruzadas de oriente, asaltaron la judería toledana provocando una masacre de
judíos y robando sus pertenencias. Alfonso VIII, forzado por la necesidad que
tenía de esas tropas, hizo la vista gorda por el bien de la Cruzada.
El 19 de
Junio salen las tropas cristianas de Toledo, al frente de los cruzados
extranjeros sale Don Diego López II de Haro, formando la vanguardia y fuerza
de choque, detrás, el resto del ejército, sale un día después.
El 23 de
Junio llega la vanguardia del ejército ante la fortaleza de Malagón, los
musulmanes se ofrecen a rendirse a cambio de que se les deje vivir, los
cruzados extranjeros se negaron a cualquier tipo de acuerdo, desoyendo el
consejo de D. Diego López de Haro, asaltaron Malagón y pasaron a cuchillo y
degollaron a todos sus habitantes. Cuando llegó el rey Alfonso VIII y contempló horrorizado los desmanes
cometidos por los tramontanos, les recriminó con dureza, ese no era el
comportamiento que quería el rey para con los habitantes musulmanes, ahí
empezaron los roces entre cristianos españoles y extranjeros.
El 27 de
Junio llegaron a Calatrava la Vieja, fortaleza que habían perdido los
Caballeros Templarios en 1211. Alfonso VIII se había unido a la vanguardia de
las tropas y había llegado a tiempo para negociar con los musulmanes su
rendición, perdonándoles la vida y haciendas a cambio de no combatir y
someterse. Los cruzados tramontanos, al no permitirles saqueo alguno,
decidieron abandonar la cruzada, unos 20.000 se fueron, nos dejaron solos a los
hispanos ante el poder Almohade. La deserción de los cruzados extranjeros fue
importante para la moral del ejército cristiano, a Alfonso VIII se le aparecía el fantasma de la batalla de
Alarcos, donde estuvo a punto de morir. La llegada del rey aragonés Pedro II,
que venía en la retaguardia, levantó el ánimo a Alfonso VIII, al final
decidieron proseguir y combatir contra los Almohades. Ahora el ejército
cristiano era sólo de hispanos y sumaba tan sólo 70.000 soldados, y sabían que
el ejército almohade que les esperaba era de mas de 120.000 soldados, hacía
falta coraje y los tres reyes hispanos, reunidos en consejo de guerra, lo
tenían sobrado. Ahora había que cruzar Sierra Morena, se mandaron exploradores
y volvieron confirmando que en todos los pasos de montaña habían fuerzas
almohades con emboscadas preparadas, pasaban los días y no se encontraba un
paso seguro. Entonces ocurrió lo que algunos dicen que fue un milagro, unos
dicen que fue San Isidro Labrador, la realidad fue que se presentó un pastor
afirmando que él conocía un paso que no estaba ocupado por los almohades. Diego
López de Haro mandó una avanzadilla de su total confianza, a los pocos días uno
de ellos volvió confirmándoles que el pastor no les mentía, que el paso existía
y estaba franco. Se dieron las instrucciones oportunas y se puso en marcha el
ejército. Ese paso llevó al ejército cristiano a un pequeño valle denominado
“la mesa del rey” ante el cual se levantaba una colina donde estaba situado el
ejército almohade, desde que las tropas cruzaron el paso “milagroso” fueron
hostigadas constantemente por avanzadillas musulmanas hasta llegar a “la mesa
del rey” donde se encontraron al enemigo sobre una colina, ”el cerro de los
olivares o de las viñas”, con una ventaja estratégica fantástica. Por lo tanto,
yo mas bien creo, que los almohades dejaron libre el paso de montaña que les
convenía y que dirigía al ejército cristiano a una posición desfavorable para la
batalla, el 15 de Julio del año 1212, los dos ejércitos estaban frente a
frente. Los cristianos en desventaja numérica y posicional, el campo de batalla
lo había elegido el enemigo musulmán.
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